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Ya es hora de dar a conocer las aportaciones que muchos de vosotros habéis hecho para tratar de escribir un pequeño relato que con motivo del Día de Libro propuso la biblioteca.
Las ideas no han fluido y el relato tiene un tono de suspense y por tanto quedará en esa situación para siempre…
Cuando bajó sola y asustada del autobús se dio cuenta de que esa no era su parada…
Llevaba varios días en que era incapaz de no equivocarse en los transbordos, de no dejarse las llaves puestas en la cerradura, de cerrar los grifos y apagar las luces.
Y es que no pegaba ojo por la noche. Había probado de todo: infusiones de tila alpina, conteo de ovejas, concentrarse en el color negro y hasta sintonizar en la radio el canal de economía, pero ni aún así lograba conciliar el sueño. Y claro, por las mañanas no daba pie con bola.
Praticó todas y cada una de sus rutinas diarias; una vez en la cocina, conectó el aparato de radio y, como si tuviera compañía, polemizó por las noticias.
Hacía lo mismo de siempre, pero aquel no era un día como los demás. No era un día como los demás…eso seguro. Estaba nublado, caía una lluvia menuda, de esa que parece que no cala, pero que cuando te das cuenta, parece que has salido de la bañera. De repente, un relámpago a lo lejos…seguido de un fuerte rayo. En ese momento, se estremeció, ¡parece que ha caido cerca!, pensó y a continuación empezó a percibir una sensación extraña, un montón de acontecimientos se le pasaron por la mente, como si su hubiese visto toda su vida en un segundo y se preguntó ¿en dónde estoy?
Y el primer viandante que pasó a su lado le contestó: «en la Gran Vía, paleta». Por si el desprecio del dueño hubiera sido poco, el perro que le acompañaba decidió mear sobre su pierna como si de una farola se tratara. De puta madre.
– Guardia, hágame el favor de multar a este señor.
– ¿Por qué?
– Uhm…No sé pero su perro es un cabrón